"Obtuviste una A+ en el examen de matemáticas... pero fue pura suerte, el examen estaba fácil."
"Te eligieron como capitán del equipo... pero solo porque le caes bien al entrenador, no por tu talento."
"Ganaste el concurso de debate... pero los otros participantes simplemente no eran tan buenos."
Si alguna vez has tenido pensamientos como estos, si sientes que en cualquier momento alguien va a señalar con el dedo y gritar "¡Fraude!", entonces has experimentado lo que se conoce como el síndrome del impostor. Y adivina qué: no estás solo. Le pasa a casi todo el mundo en algún momento, ¡incluso a los adultos más exitosos!
Hoy vamos a hablar de qué es, por qué pasa y, lo más importante, cómo puedes callar esa vocecita en tu cabeza.
¿Qué es exactamente el síndrome del impostor?
Imagina que eres el protagonista de una película de espías. Tienes una misión secreta y te has infiltrado en una base enemiga disfrazado de científico genial. Por fuera, actúas con total confianza, pero por dentro estás aterrado de que en cualquier momento descubran que no eres quien dices ser y te arresten.
El síndrome del impostor es básicamente eso, pero en la vida real. Es ese sentimiento persistente de que no eres tan inteligente, talentoso o capaz como los demás creen. Temes que te van a "descubrir" y se revelará que todo tu éxito se debe a la suerte, a una casualidad o a que trabajaste mucho para compensar tu "falta de talento real".
No es un trastorno médico, es un fenómeno psicológico muy común. Es esa incómoda sensación de que no mereces realmente tus logros.
¿Por qué me pasa esto a mí?
Hay muchas razones, pero estas son las más comunes para alguien de tu edad:
La comparación: Las redes sociales hacen que sea muy fácil comparar tus "detrás de cámaras" con el "mejor momento" de todos los demás. Ves las mejores fotos, las mejores notas, los mejores goles de tus amigos y piensas "yo nunca podría hacer eso tan bien".
El miedo al fracaso: Cuando pones mucho esfuerzo en algo, da miedo fallar. A veces, es más fácil atribuir un éxito a la suerte que admitir que te esforzaste y lo lograste, porque así, si la próxima vez fallas, no dolerá tanto.
La presión (¡hola, adolescencia!): Esta es una etapa en la que todo el mundo espera que destaques en los estudios, los deportes, las amistades... Es mucha presión, y puede hacerte sentir que nunca es suficiente.
¡Kit de herramientas anti-impostor! Cómo combatirlo
La buena noticia es que puedes aprender a manejar este sentimiento. Aquí tienes algunas estrategias:
1. Reconoce al "impostor": El primer paso es identificar esos pensamientos. Cuando escuches esa voz decir "fue suerte", párate y di en voz alta: "¡Ah, hola, síndrome del impostor! Ya te conozco". Nombrarlo le quita poder.
2. Haz una lista de la evidencia: Toma una hoja de papel y escribe tu logro a la izquierda (ej: "Saqué un 10 en el proyecto de ciencias"). A la derecha, escribe **toda la evidencia real** de por qué lo merecías ("Investigué durante dos semanas", "Hice los experimentos tres veces", "Pedí ayuda cuando la necesité"). La evidencia mata al impostor.
3. Habla de ello: ¡Habla con alguien! Con tus padres, un profesor de confianza o tu mejor amigo. Te sorprenderá descubrir que ellos también se han sentido así. Comprobarlo te hará ver que no eres un bicho raro.
4. Acepta los elogios (¡de verdad!): La próxima vez que alguien te felicite, en lugar de decir "bah, no fue para tanto" o "tuve suerte", practica decir simplemente "¡Muchas gracias!". Permítete sentirte bien por tu esfuerzo.
5. Redefine el "éxito" y el "fracaso": Un éxito no es solo ganar. Es aprender algo nuevo, es esforzarte, es mejorar aunque no quedes primero. Un "fracaso" no es el fin del mundo, es una lección disfrazada. ¿Qué puedes aprender de ello para la próxima?
¿Sabías que les pasa hasta a las estrellas?
Para que veas que no estás solo:
Emma Watson (Hermione de Harry Potter) ha dicho que a menudo siente que no es lo suficientemente buena.
Tom Hanks, uno de los actores más premiados, admitió haber sentido que era un fraude.
Michelle Obama, la exprimera dama de EE. UU., ¡también ha hablado sobre sentirse así!
Conclusión: Tú te lo has ganado
Recuerda: La suerte es cuando la preparación encuentra una oportunidad. Tú te preparaste (estudiaste, practicaste, te esforzaste) y cuando llegó la oportunidad (el examen, el partido, el concurso), estabas listo. Eso no es suerte. ¡Eso es mérito!
La próxima vez que esa vocecita del impostor quiera robarte tu momento de gloria, mírate al espejo y recuerda: "No soy un impostor. Me esforcé y me lo he ganado. Punto."
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